El feminismo decolonial o descolonial tiene su origen en América Latina, y emerge como una crítica a la teoría de la colonialidad del poder, develando que el género al igual que la raza son creaciones de la colonialidad europea para oprimir a los sujetos construidos en inferioridad por esa misma colonialidad. Desde esta perspectiva se busca comprender que la raza, la clase, el sexo y el género son imbricaciones de un mismo patrón de dominación, la colonialidad.
Aníbal Quijano (1992), explica que la configuración del orden social en América Latina es producto de la conquista española en el siglo XV, esa dominación. Este acontecimiento da origen a la modernidad y crea el sistema de relaciones e instituciones coloniales que determinan la vida de los sujetos. Es así como esa dominación no solo se da en el aspecto económico y político, sino que es, desde luego al mismo tiempo, una dominación racional, que impone los imaginarios construidos por Europa donde se construye a si misma como moderna y civilizada. En palabras de Quijano:
[...] el paradigma europeo de conocimiento racional no solamente fue elaborado en el contexto de, sino como parte de una estructura de poder que implicaba la dominación colonial europea sobre el resto del mundo. Ese paradigma expresó, en un sentido demostrable, la colonialidad de esa estructura de poder. (Quijano, 1992: 16)
Dentro de esa imposición está también el control sobre las mujeres, que presupone una idea de inferioridad de estas, creándoles un lugar de subordinación innato, cuyo único poder está en el cumplimiento de las tareas de cuidado doméstico de reproducción de la especie.
Sobre la imbricación de poder que constituye el género y la raza, Lugones (2011) plantea que en América Latina y el Caribe perviven los patrones de dominación colonial tanto de saber como de poder, donde se oprime el género, la raza, la clase, y el sexo de manera simultánea, y que es por ello que el feminismo decolonial busca "entablar una crítica de la opresión de género racializada, colonial, capitalista y heterosexualista, como una transformación vivida de lo social" (Lugones, 2011: 110).
El feminismo decolonial critica la influencia colonial que pervive en la producción de conocimiento y retoma las vivencias de los colonizados y oprimidos para desmantelar la hegemonía cultural que esa mirada eurocentrada impone.
El feminismo decolonial analiza de manera detallada el fenómeno de la colonización que duró casi 400 años y las consecuencias que trajo a la vida de los pueblos colonizados; revisa con minucia esas afectaciones en la configuración de las sociedades colonizadas en la actualidad, y propone la eliminación de los sistemas jerárquicos que la colonialidad crea, porque es esa inferiorización de los sujetos construidos como “otros” por la colonialidad europea lo que crea las desigualdades estructurales que permean las sociedades actuales.
Desde esta reflexión teórica se establece la conexión indivisible entre raza-género, y se argumenta que la raza, como un invento de la colonialdiad europea, creó a unos sujetos en inferioridad y les impuso su racionalidad moderna occidental, donde se valida el subvalor natural del sujeto racializado. La invención de la raza se reforzó con la intervención de la Iglesia, la cual esparció con la evangelización el proyecto de la colonialidad europea, en cuya matriz de opresión se ha construido la identidad de los subalternizados, racializados, mujeres, pobres y no heterosexuales. En este sentido Lugones explica que:
[...] "colonialidad" no se refiere solamente a la clasificación racial. Es un fenómeno abarcador, ya que se trata de uno de los ejes del sistema de poder y, como tal, permea todo control del acceso sexual, la autoridad colectiva, el trabajo, y la subjetividad/intersubjetividad, y la producción del conocimiento desde el interior mismo de estas relaciones intersubjetivas. (2008: 79)
En términos del trabajo de Lugones, podemos decir que la colonialidad es una estructura global que permea incluso las micro relaciones sociales. Y es justamente esa complejidad del patrón colonial, que desde el feminismo decolonial se propone valorar y reconocer las experiencias específicas y concretas de los oprimidos como una forma de derrumbar la colonialidad del saber, para crear conocimiento situado, ese que reconoce que los puntos de vista no son neutros y pone la crítica sobre las posturas políticas de construcción cognoscitiva. El feminismo descolonial hace aportes teóricos sobre el concepto de género, y las imbricaciones de opresión que trae con la raza y la clase, al igual que con las otras diversidades disidentes dentro de esa dominación colonial. Lugones (2011) es clara al expresar que la colonialidad del género es el "análisis de la opresión de género racializada y capitalista", y dice que el feminismo descolonial es "la posibilidad de vencer la colonialidad del género" (2011: 110).
Lugones desarrolla lo que denomina sistema de género moderno/colonial, argumentando que dentro de esa dominación colonial no tienen cabida las expresiones sexuales no hegemónicas, donde solamente es posible la existencia de dos identidades, lo femenino que se relaciona con el género de mujer, y lo masculino que se relaciona con el género de hombre, donde solo hay cabida para las identidades binarias, que se valen de una interpretación colonial de la biología para llevar al campo social la binariedad identitaria imponiéndolas como natural y real, todo lo anterior crea lo que Lugones denomina "explotación/dominación capitalista global eurocentrada" (2008: 86).
El feminismo decolonial busca desmontar esas imposiciones coloniales que imposibilitan la comprensión del sujeto desde las diversidad y variedad de posibilidades de las identidades. Este trabajo teórico decolonial también se encargó de deconstruir las nociones que justificaban las agresiones a las mujeres racializadas con imaginarios como que las mujeres negras, africanas o afrodescendientes o colonizadas eran muy fuertes. Y por esa naturaleza se les sometió a innumerables abusos y violaciones, porque eran “consideradas lo suficientemente fuertes como para acarrear cualquier tipo de trabajo" (Lugones 2008: 96). En este mismo sentido habla Mosquera (2009) al plantear que la colonialidad del ser colonizó también la sexualidad y el sexo, patologizando las prácticas sexuales de los sujetos no europeos; los salvajes, en palabras de Mosquera:
la colonialidad del ser es una colonialidad del sexo/sexualidad que no es diferente para el colonizador. Por el contrario, requiere elaborar un discurso, un saber, de la diferencia negativa, inferior y repugnante de los “otros” para así justificar su control, ordenamiento y explotación. Dicha diferencia es asumida como natural, surgida del largo proceso de la evolución humana, donde se asumió que unas “razas” quedaron rezagadas, no alcanzaron el estadio de la humanidad, del “pienso luego existo”, por eso se comportan como bestias, como salvajes, como inhumanos” (Mosquera, 2019: 53).
Dentro del trabajo del feminismo decolonial está el análisis de la interseccionalidad, que aborda la imbricación de opresiones que se afectan mutuamente, donde esas múltiples violencias de raza, clase y género oprimen de manera especial a las mujeres racializadas. En palabras de Lugones:
Sólo al percibir género y raza como entre tramados o fusionados indisolublemente, podemos realmente ver a las mujeres de color. Esto implica que el término "mujer" en sí, sin especificación de la fusión, no tiene sentido o tiene un sentido racista, ya que la lógica categorial históricamente ha seleccionado solamente el grupo dominante, las mujeres burguesas blancas heterosexuales y, por lo tanto, ha escondido la brutalización, el abuso, la deshumanización que la colonialidad del género implica. (Lugones, 2008: 82)
En el feminismo decolonial las mujeres negras han desarrollado valiosos aportes para desmantelar los legados hegemónicos que el feminismo global contiene producto de la colonialidad. Esta mirada feminista lo que hace es llamar la atención sobre esos patrones de dominación que se reproducen en los escenarios que supuestamente han sido creados para desmantelar las jerarquías en los sujetos. Los aportes de Curiel nos permiten ver cómo la apuesta de un feminismo decolonial es necesario para que puedan existir condiciones de dignidad para todas las diversidades de sujetos oprimidos. Curiel dice:
“La descolonización para nosotras se trata de una posición política que atraviesa el pensamiento y la acción individual y colectiva, nuestros imaginarios, nuestros cuerpos, nuestras sexualidades, nuestras formas de actuar y de ser en el mundo, y que crea una especie de “cimarronaje” intelectual, de prácticas sociales y de la construcción de pensamiento propio de acuerdo a experiencias concretas. Se trata del cuestionamiento del sujeto único, al eurocentrismo, al occidentalismo, a la colonialidad del poder, al tiempo que reconoce propuestas como la hibridación, la polisemia, el pensamiento otro, subalterno y fronterizo” (Curiel, 2009: 3).
Reconocer la raza como un indivisible del género dentro de las opresiones circulares que imbrican condiciones de marginalidad para los subarternizados, exige que se replante esa necesidad constante de institucionalizar las luchas colectivas y las apuestas de los movimientos sociales encaminados a plantear otros mundos posibles por fuera de la colonialidad eurocéntrica que nos carcome.
El feminismo decolonial es necesario para desvincularnos de las prácticas de dominación y jerarquización que la hegemonía impone sobre los otrorizados.
Referencias
Curiel, Ochy. 2009. Descolonizando el feminismo: una perspectiva desde América Latina y El Caribe.
Mosquera, Sergio Antonio. 2019. Esclavización y sexualización. Colonialidad en la sexualidad de la gente negra. Adipama Ediciones. Bogotá.
Lugones, María, 2008, Colonialidad y género, en: Tabula Rasa, No. 9, pp. 73- 101.
Lugones, María. 2011, Hacia un feminismo descolonial, en: La manzana de la discordia, Vol. 6, No. 2, pp. 105-119.
Quijano, Aníbal. 1992, Colonialidad y racionalidad/modernidad, en: Perú-Indig., Vol. 13, No. 29, pp. 11-20.
Aníbal Quijano (1992), explica que la configuración del orden social en América Latina es producto de la conquista española en el siglo XV, esa dominación. Este acontecimiento da origen a la modernidad y crea el sistema de relaciones e instituciones coloniales que determinan la vida de los sujetos. Es así como esa dominación no solo se da en el aspecto económico y político, sino que es, desde luego al mismo tiempo, una dominación racional, que impone los imaginarios construidos por Europa donde se construye a si misma como moderna y civilizada. En palabras de Quijano:
[...] el paradigma europeo de conocimiento racional no solamente fue elaborado en el contexto de, sino como parte de una estructura de poder que implicaba la dominación colonial europea sobre el resto del mundo. Ese paradigma expresó, en un sentido demostrable, la colonialidad de esa estructura de poder. (Quijano, 1992: 16)
Dentro de esa imposición está también el control sobre las mujeres, que presupone una idea de inferioridad de estas, creándoles un lugar de subordinación innato, cuyo único poder está en el cumplimiento de las tareas de cuidado doméstico de reproducción de la especie.
Sobre la imbricación de poder que constituye el género y la raza, Lugones (2011) plantea que en América Latina y el Caribe perviven los patrones de dominación colonial tanto de saber como de poder, donde se oprime el género, la raza, la clase, y el sexo de manera simultánea, y que es por ello que el feminismo decolonial busca "entablar una crítica de la opresión de género racializada, colonial, capitalista y heterosexualista, como una transformación vivida de lo social" (Lugones, 2011: 110).
El feminismo decolonial critica la influencia colonial que pervive en la producción de conocimiento y retoma las vivencias de los colonizados y oprimidos para desmantelar la hegemonía cultural que esa mirada eurocentrada impone.
El feminismo decolonial analiza de manera detallada el fenómeno de la colonización que duró casi 400 años y las consecuencias que trajo a la vida de los pueblos colonizados; revisa con minucia esas afectaciones en la configuración de las sociedades colonizadas en la actualidad, y propone la eliminación de los sistemas jerárquicos que la colonialidad crea, porque es esa inferiorización de los sujetos construidos como “otros” por la colonialidad europea lo que crea las desigualdades estructurales que permean las sociedades actuales.
Desde esta reflexión teórica se establece la conexión indivisible entre raza-género, y se argumenta que la raza, como un invento de la colonialdiad europea, creó a unos sujetos en inferioridad y les impuso su racionalidad moderna occidental, donde se valida el subvalor natural del sujeto racializado. La invención de la raza se reforzó con la intervención de la Iglesia, la cual esparció con la evangelización el proyecto de la colonialidad europea, en cuya matriz de opresión se ha construido la identidad de los subalternizados, racializados, mujeres, pobres y no heterosexuales. En este sentido Lugones explica que:
[...] "colonialidad" no se refiere solamente a la clasificación racial. Es un fenómeno abarcador, ya que se trata de uno de los ejes del sistema de poder y, como tal, permea todo control del acceso sexual, la autoridad colectiva, el trabajo, y la subjetividad/intersubjetividad, y la producción del conocimiento desde el interior mismo de estas relaciones intersubjetivas. (2008: 79)
En términos del trabajo de Lugones, podemos decir que la colonialidad es una estructura global que permea incluso las micro relaciones sociales. Y es justamente esa complejidad del patrón colonial, que desde el feminismo decolonial se propone valorar y reconocer las experiencias específicas y concretas de los oprimidos como una forma de derrumbar la colonialidad del saber, para crear conocimiento situado, ese que reconoce que los puntos de vista no son neutros y pone la crítica sobre las posturas políticas de construcción cognoscitiva. El feminismo descolonial hace aportes teóricos sobre el concepto de género, y las imbricaciones de opresión que trae con la raza y la clase, al igual que con las otras diversidades disidentes dentro de esa dominación colonial. Lugones (2011) es clara al expresar que la colonialidad del género es el "análisis de la opresión de género racializada y capitalista", y dice que el feminismo descolonial es "la posibilidad de vencer la colonialidad del género" (2011: 110).
Lugones desarrolla lo que denomina sistema de género moderno/colonial, argumentando que dentro de esa dominación colonial no tienen cabida las expresiones sexuales no hegemónicas, donde solamente es posible la existencia de dos identidades, lo femenino que se relaciona con el género de mujer, y lo masculino que se relaciona con el género de hombre, donde solo hay cabida para las identidades binarias, que se valen de una interpretación colonial de la biología para llevar al campo social la binariedad identitaria imponiéndolas como natural y real, todo lo anterior crea lo que Lugones denomina "explotación/dominación capitalista global eurocentrada" (2008: 86).
El feminismo decolonial busca desmontar esas imposiciones coloniales que imposibilitan la comprensión del sujeto desde las diversidad y variedad de posibilidades de las identidades. Este trabajo teórico decolonial también se encargó de deconstruir las nociones que justificaban las agresiones a las mujeres racializadas con imaginarios como que las mujeres negras, africanas o afrodescendientes o colonizadas eran muy fuertes. Y por esa naturaleza se les sometió a innumerables abusos y violaciones, porque eran “consideradas lo suficientemente fuertes como para acarrear cualquier tipo de trabajo" (Lugones 2008: 96). En este mismo sentido habla Mosquera (2009) al plantear que la colonialidad del ser colonizó también la sexualidad y el sexo, patologizando las prácticas sexuales de los sujetos no europeos; los salvajes, en palabras de Mosquera:
la colonialidad del ser es una colonialidad del sexo/sexualidad que no es diferente para el colonizador. Por el contrario, requiere elaborar un discurso, un saber, de la diferencia negativa, inferior y repugnante de los “otros” para así justificar su control, ordenamiento y explotación. Dicha diferencia es asumida como natural, surgida del largo proceso de la evolución humana, donde se asumió que unas “razas” quedaron rezagadas, no alcanzaron el estadio de la humanidad, del “pienso luego existo”, por eso se comportan como bestias, como salvajes, como inhumanos” (Mosquera, 2019: 53).
Dentro del trabajo del feminismo decolonial está el análisis de la interseccionalidad, que aborda la imbricación de opresiones que se afectan mutuamente, donde esas múltiples violencias de raza, clase y género oprimen de manera especial a las mujeres racializadas. En palabras de Lugones:
Sólo al percibir género y raza como entre tramados o fusionados indisolublemente, podemos realmente ver a las mujeres de color. Esto implica que el término "mujer" en sí, sin especificación de la fusión, no tiene sentido o tiene un sentido racista, ya que la lógica categorial históricamente ha seleccionado solamente el grupo dominante, las mujeres burguesas blancas heterosexuales y, por lo tanto, ha escondido la brutalización, el abuso, la deshumanización que la colonialidad del género implica. (Lugones, 2008: 82)
En el feminismo decolonial las mujeres negras han desarrollado valiosos aportes para desmantelar los legados hegemónicos que el feminismo global contiene producto de la colonialidad. Esta mirada feminista lo que hace es llamar la atención sobre esos patrones de dominación que se reproducen en los escenarios que supuestamente han sido creados para desmantelar las jerarquías en los sujetos. Los aportes de Curiel nos permiten ver cómo la apuesta de un feminismo decolonial es necesario para que puedan existir condiciones de dignidad para todas las diversidades de sujetos oprimidos. Curiel dice:
“La descolonización para nosotras se trata de una posición política que atraviesa el pensamiento y la acción individual y colectiva, nuestros imaginarios, nuestros cuerpos, nuestras sexualidades, nuestras formas de actuar y de ser en el mundo, y que crea una especie de “cimarronaje” intelectual, de prácticas sociales y de la construcción de pensamiento propio de acuerdo a experiencias concretas. Se trata del cuestionamiento del sujeto único, al eurocentrismo, al occidentalismo, a la colonialidad del poder, al tiempo que reconoce propuestas como la hibridación, la polisemia, el pensamiento otro, subalterno y fronterizo” (Curiel, 2009: 3).
Reconocer la raza como un indivisible del género dentro de las opresiones circulares que imbrican condiciones de marginalidad para los subarternizados, exige que se replante esa necesidad constante de institucionalizar las luchas colectivas y las apuestas de los movimientos sociales encaminados a plantear otros mundos posibles por fuera de la colonialidad eurocéntrica que nos carcome.
El feminismo decolonial es necesario para desvincularnos de las prácticas de dominación y jerarquización que la hegemonía impone sobre los otrorizados.
Referencias
Curiel, Ochy. 2009. Descolonizando el feminismo: una perspectiva desde América Latina y El Caribe.
Mosquera, Sergio Antonio. 2019. Esclavización y sexualización. Colonialidad en la sexualidad de la gente negra. Adipama Ediciones. Bogotá.
Lugones, María, 2008, Colonialidad y género, en: Tabula Rasa, No. 9, pp. 73- 101.
Lugones, María. 2011, Hacia un feminismo descolonial, en: La manzana de la discordia, Vol. 6, No. 2, pp. 105-119.
Quijano, Aníbal. 1992, Colonialidad y racionalidad/modernidad, en: Perú-Indig., Vol. 13, No. 29, pp. 11-20.